lunes, 17 de marzo de 2008

Capítulo Quinto

–Buenos días a todos –comenzó diciendo Santiago una vez que nos sentamos–. Me alegro de que hayan podido venir. Siento haberles hecho esperar... Bueno, para qué voy a engañarles; lo he hecho apropósito para que fueran conociéndose un poco, aunque ya sé que muchos de vosotros ya os conocíais de hace tiempo.
»Para vuestra tranquilidad os diré que cuento con muchas más personas de las que hay aquí, sólo que no era necesario que vinieran y, además, la mayoría se encuentran muy lejos.
Después de echar un vistazo general a los presentes mientras escuchaba a Santiago, reconocí a un par de personas más. Uno de ellos no me sorprendió nada verlo aquí, ya que se trataba del director del museo. Había leído varios artículos suyos muy interesantes de divulgación científica; además también solía aparecer con frecuencia en programas de televisión, sobretodo en debates o programas de entrevistas; era un personaje muy conocido y respetado en todo el país. Tengo que reconocer que a mí también me caía bien, me parecía una persona muy sincera, que sabía de lo que hablaba y que no se cortaba un pelo a la hora de criticar y denunciar a nuestros dirigentes políticos por su falta de interés en temas relacionados con el medio ambiente o la salud pública. Él mismo, a través del museo, estaba involucrado en un importante proyecto de educación científica y medioambiental enfocado a los más jóvenes.
La otra persona a la que reconocí, sí que me sorprendió un poco más. También era una persona muy conocida e importante, de hecho, creo que en una ocasión oí que era la persona más protegida de todo el país y, sin embargo, aquí se encontraba, entre nosotros, como uno más. Se trataba del juez del Tribunal Supremo Alejandro Marcos. De todos los jueces, éste era el más comprometido en la lucha antiterrorista; sin duda era el que más delincuentes de esta calaña había encerrado, de ahí que estuviera tan protegido, por lo visto, recibía amenazas de muerte un día sí y otro no. Lo curioso, pensé, es que, si conoce a Santiago, también sabrá que es él el autor de los asesinatos recientes de terroristas; no creí yo que un juez de su reputación y probada ética permitiera semejantes actos por parte de un ciudadano, por muchos poderes que éste tuviera. Supongo que también estaba harto de tanta lucha inútil y casi sin resultado.
–Antes que nada –continuó diciendo Santiago– tengo que agradecerle a mi amigo Luis que nos haya prestado las instalaciones de su museo para esta reunión. Supongo que todos conoceréis a Luis; él es el director de este museo y se ha prestado muy amablemente a ser nuestro anfitrión.
»Bien, no voy a perder el tiempo haciendo presentaciones, ya irán surgiendo éstas a medida que hablamos; además, ya tendréis tiempo para ir conociéndoos más adelante. Ahora no me gustaría aburriros, tenemos mucho de que hablar y poco tiempo para hacerlo.
»Imagino que estaréis ansiosos por saber lo que pretendo hacer con vosotros. Poco más o menos, todos os hacéis ya una idea de lo que se trata, la pregunta es cómo vamos a hacerlo. Pues bien, intentaré ir al grano, mi plan es muy sencillo; quiero presentarme ante el mundo como si fuera Dios.
Hizo una breve pausa, supongo que para comprobar la reacción de los presentes. Nadie decía nada pero me daba la impresión de que todos pensábamos lo mismo, o sea, que a este tipo se le había ido un poco la olla, se le había subido el poder demasiado a la cabeza.
–No se preocupen –dijo sonriendo–, comprendo su reacción. Pero escuchen primero todo lo que tengo que decir y después juzguen por ustedes mismos. Verán como no estoy tan loco como ahora creen.
Había olvidado que es capaz de leernos el pensamiento. En fin, al menos ya sabía que no era el único que pensaba lo mismo. Lo mejor sería seguir escuchado, esto prometía ser interesante.
–Empezaré por el principio. Supongo que todos recordaréis la pregunta que os hice, la de si preferíais un dictador impuesto por la fuerza pero que fuera justo y buscase la igualdad entre todos, o un gobierno democrático corrompido por el poder y dominado por el capitalismo. Todos disteis la misma respuesta por supuesto, la misma que daría cualquier persona razonable y con sentido común y la misma que di yo cuando me la formulé por primera vez, hace ahora unos ocho años.
»Fue entonces cuando empezó a fraguarse mi plan. Me di cuenta de que yo podía hacer algo, no podía quedarme impasible, de brazos cruzados, ante tanta barbarie y tanta injusticia; así que me puse a pensar. En un principio se me ocurrió la idea de dar una especie de golpe de estado a nivel mundial, por supuesto después de reclutar a un grupo de seguidores incondicionales lo más numeroso posible, que me apoyasen. Yo me encargaría de la fuerza y ellos de la logística, algo así como lo que vais a hacer vosotros ahora.
»Recordad las palabras de Aristóteles, con las que yo estoy completamente de acuerdo: “El mejor de todos los tipos de gobiernos es el reinado, donde el rey sólo se fija en el interés de sus súbditos; no es verdadero rey si no es perfectamente independiente y superior al resto de los ciudadanos en toda clase de bienes y cualidades. Ahora bien, un hombre colocado en tan elevadas condiciones no tiene necesidad de nada, no puede pensar nunca en su utilidad particular, y sí sólo en la de los súbditos que gobierna.”
–También Aristóteles dijo que cuando un reinado se corrompe se convierte en tiranía, porque la tiranía no es más que la perversión del reinado, y el rey se convierte en tirano –me atreví a decir, para mi sorpresa y la del resto de asistentes.
–Exacto Pablo –exclamó sonriendo–. Ha habido muy pocos reyes a lo largo de la historia que hayan sido capaces de mantener durante todo su reinado esa justa razón y virtud tan alta de la que habla Aristóteles. Supongo que será cierto lo de que el poder corrompe. Además, aunque no fuese así, no se le puede imponer a todo un pueblo de la noche a la mañana una forma de vivir distinta a la que están acostumbrados, aunque ésta fuese mejor que la que gozan en la actualidad. Lo ideal sería proponer en vez de imponer, pero eso ya lo lleváis haciendo vosotros y muchos otros durante mucho tiempo con escaso resultado.
»En fin, la cuestión es que por estos motivos no podía simplemente limitarme a imponerme por la fuerza sobre tantos países y gobiernos elegidos democráticamente, así sin más. Acabaría siendo peor el remedio que la enfermedad; la mayoría de la gente no lo aceptaría, aunque les hiciese ver que lo hago por su bien, o mejor dicho, por el bien de sus hijos y el futuro de la especie humana. Porque de eso es de lo que se trata, del futuro.
»No crean que pretendo ser alarmista, ni que hablo por hablar. Teniendo en cuenta las circunstancias actuales del planeta, es fácil prever que nos espera un futuro muy negro e incierto; todos vosotros lo pensáis así, y se escucha continuamente por todos lo medios; problemas medioambientales, crecimiento excesivo de la población, epidemias, inmigración incontrolada, finalización de recursos imprescindibles en la actualidad como el petróleo, extinción de miles de especies animales y vegetales de las que nos servimos para sobrevivir, etcétera.
»Sí, ya sé que el hombre ha sobrevivido en el pasado a muchas adversidades similares, e incluso les ha servido para mejorar y aprender. Pero, créanme, en esta ocasión es diferente. Como les dije antes, no hablo por hablar; no se trata de una simple previsión, se trata de algo más. El poder de clarividencia que poseo me hace ver el futuro con total claridad, y éste no es nada bueno. Si no actuamos ahora mismo y cambiamos el rumbo del planeta por completo, a la humanidad y a la gran mayoría de especies que pueblan el planeta, no les quedará más de cien años de vida.
»No les estoy hablado de quinientos ni de mil años, sinceramente, me importa muy poco lo que ocurra de aquí a entonces; soy consciente de que nada dura eternamente y, tarde o temprano, tendremos que extinguirnos para dar paso a otras especies, espero que más inteligentes. Les estoy hablando de que dentro de algunos años, treinta o cuarenta como mucho, en los que la mayoría de nosotros aún seguiremos vivos, y nuestros hijos estarán en la plenitud de sus vidas, la situación en el planeta será insostenible. En el que ahora conocemos por primer mundo, la violencia será desmesurada, lo que ahora se conoce por inmigración ilegal, pasará a ser una auténtica invasión imposible de controlar convirtiendo las calles en auténticos campos de batalla. Cuando la gente se mueve por hambre, no hay ejército, océano ni frontera que las pare. Sufriremos las consecuencias, de hecho, las estamos sufriendo ya, de lo que llevamos sembrando durante tantos siglos.
»Por si esto fuera poco, también la guerra entre las culturas judeo-cristiana y musulmana terminará estallando muy pronto y no habrá lugar en el mundo donde se esté seguro. Los pocos países verdaderamente desarrollados que existen en el mundo, me refiero a aquellos que han sabido mantenerse al margen de la corrupción y globalización tan brutal del resto, como son los países nórdicos por ejemplo, tarde o temprano, también terminaran sufriendo las inevitables avalanchas de inmigrantes y refugiados en busca de prosperidad y seguridad, provocando las mismas consecuencias que en el resto de países.
»A todo esto hay que sumarle la decadencia medioambiental, que traerá terribles consecuencias también para el ser humano, como son el aumento de desastres naturales producidos por el calentamiento global del planeta. Esto acarreará la huída de miles de personas hacia otras zonas más tranquilas y seguras, con lo que los problemas de que os hablaba antes se multiplicaran irremediablemente.
»En fin, podría seguir todo el día hablándoos del futuro que nos espera, pero creo que es suficiente con lo que os he dicho. Yo no sé vosotros, pero a mí no me gustaría para nada vivir en un mundo así.
–Todos conocemos las consecuencias que pueden tener en un futuro las acciones que estamos llevando acabo en el presente –apuntó el director del museo pensativo–; pero lo cierto es que como nos lo has pintado, es para ponerle a cualquiera los pelos de punta.
–¿Hasta qué punto es fiable ese poder de clarividencia que dices que posees? –preguntó un señor que estaba a mi lado– ¿Cómo puedes estar tan seguro de que no ocurrirán otros acontecimientos que cambien el rumbo del planeta hacia mejores perspectivas? Me refiero a que actualmente, por ejemplo, existen muchos adelantos con respecto a la obtención de energías limpias y renovables, también se están llevando a cabo muchos proyectos de limpieza medioambiental en la mayoría de los países, en general, la gente está más concienciada de que tenemos que cuidar el planeta, ya que es el único que tenemos.
–Sí, tienes razón –continuó Santiago–. Pero no tienes en cuenta que todos esos proyectos y concienciación de que hablas, sólo se llevan a cabo en algunos países desarrollados, y el verdadero problema viene del resto de países, aquellos que están en vías de desarrollo o que pertenecen al tercer mundo, que dicho sea de paso, son la gran mayoría y, para colmo de males, no paran de crecer demográficamente debido al escaso o nulo control de la natalidad que tienen.
»También la guerra entre culturas empeorará esta situación enormemente, ya que los países desarrollados tendrán que dedicar casi todos sus recursos económicos y humanos para combatirla. Esto provocará un descenso brutal en el desarrollo de todo aquello que no tenga que ver con la guerra. Créeme, cuando ésta estalle, ningún gobierno pensará en el medioambiente ni en energías renovables. Además, se abandonarán aún más a su suerte a los países subdesarrollados y en vías de desarrollo agravando todavía más la situación.
»Por cierto, a la pregunta que me hacías sobre mi poder de clarividencia, por suerte o por desgracia, es bastante fiable. Yo no me quedaría sentado esperando a comprobarlo.
–Si estamos aquí es porque aún estamos a tiempo de solucionarlo, ¿no es así? –inquirió una mujer de mediana edad con acento extranjero; más tarde me enteré de que trabajaba en la ONU, para el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo.
–Claro –contestó Santiago–, pero me temo que tendremos que darnos prisa; el conflicto entre Oriente y Occidente se va a recrudecer en este mismo año si no actuamos antes, dando pie a la guerra de la que os he hablado.
–¿Piensas actuar contra los integristas islámicos como lo has hecho con los terroristas de nuestro país? –preguntó otro de los asistentes, compañero de Yolanda en Hospitales sin Fronteras.
–No, no, no, antes que nada tengo que dejar clara una cosa –contestó Santiago con rotundidad–. En esta batalla entre culturas en la que estamos inmersos, no existen dos bandos; no existe un bando bueno y otro malo. Lo que existen son personas buenas y personas malas; en todas las culturas y religiones hay canallas y depravados que sólo buscan su interés personal y que están deseando que se presente cualquier excusa para liarse a tiros con su vecino y así poder ampliar sus fronteras de dominio y poder
»Esto fue lo que ocurrió cuando atentaron en Estados Unidos contra la Casa Blanca y el Capitolio hace ahora cuatro años. Todos conocemos ya las ansias de poder y de imperialismo de su presidente republicano Larry Cóleman; después del atentado, aprovechado el afán de venganza de su pueblo, trazó con su gabinete el plan colonizador que tantas ganas tenían de llevar a cabo. Este plan constaba de cinco fases esenciales para controlar la zona del mundo que, hasta ahora, se les había resistido, precisamente los países donde se concentran las mayores reservas de petróleo que tanto necesitan.
»Empezaron con Afganistán, continuaron con Irak, y los siguientes en la lista son Irán, Siria y Arabia Saudí. La inesperada resistencia iraquí les ha supuesto un grave contratiempo, pero no les frenará; una vez que han puesto en marcha el proyecto, no hay marcha atrás. De hecho, ya han empezado con la propaganda anti-iraní, tal y como hicieron con Irak antes de la invasión.
»No es la primera vez que ocurre en el mundo algo así, ni será la última, seguramente. Están siguiendo los mismos patrones que han seguido anteriormente otros grandes imperios como el romano, el francés, el español o el británico; la diferencia es, que en esta ocasión, la invasión no es territorial como en los anteriores, sino económica. Se están asegurando puestos de privilegio en todo el mundo donde poder integrar sus productos y, al mismo tiempo, tomar lo que necesiten con un mínimo coste. Llevan haciéndolo así desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, tal y como predijo el presidente Eisenhower en su discurso de despedida en 1961, previniendo al mundo de los peligros del poder no autorizado bajo la forma de complejo industrial militar. Estas fueron sus palabras:
»“ Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentística permanente de inmensas dimensiones; estos establecimientos dedicados a la defensa han contratado de forma directa a tres millones y medio de hombres y mujeres; la influencia sobre la economía, la política e incluso el terreno espiritual se puede llegar a sentir en cada ciudad, en cada cámara legislativa, en cada despacho del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperante por la que se produjo este desarrollo, pero no debemos dejar de entender sus graves consecuencias. En los consejos de gobierno debemos protegernos de la adquisición de influencias injustificadas, ya sean buscadas o no por parte del complejo industrial militar. La posibilidad de un aumento de poder desastroso e inapropiado existe y persistirá.
»Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro los procesos democráticos y nuestra libertad. Si no controlamos al complejo industrial militar seremos testigos de la subida al poder de las personas inadecuadas, veremos a gente en la política que no tienen ningún tipo de responsabilidad con el votante.”
»Esta es una de las afirmaciones mas profundas que ha hecho un presidente de los Estados Unidos. También George Washington dijo que para proteger y mantener un imperio así, se necesita un ejercito permanente, pudiendo éste destruir la estructura del gobierno, que es el que trata de crear nuestra constitución que a su vez nos protege de la creación de una presidencia imperial.
–Quieres decir –interrumpió el juez del Tribunal Supremo– que el peligro más grave no viene precisamente de los grupos fundamentalista islámicos como todos pensamos, ¿no es así?
–Exactamente. No cabe duda de que estos grupos son muy peligrosos y hay que acabar con ellos. Para terminar con un grupo terrorista, no basta sólo con matar o encarcelar terroristas, ya que por cada uno que muera, aparecerán cien más. Ese es el error que cometen todos los gobiernos. Para acabar con los grupos radicales hay que atacar a la causa raíz; la razón por la que se levantan en armas despreciando sus propias vidas y la de los demás.
»En algunos casos, este motivo no está tan claro, pero en el levantamiento de los musulmanes sí que existe una causa muy clara: la expansión colonial de Occidente, y más concretamente, de Estados Unidos. La creación del estado de Israel y la posterior permisividad por parte de la Unión Europea a su ilegal expansión, ocupando territorios pertenecientes a países islámicos, ha sido el mayor error que ha cometido el mundo civilizado en toda su historia, y ahora lo estamos pagando.
»Y lo peor de todo es que nos estamos dejando llevar sola y exclusivamente por decisiones económicas. Los famosos comités de expertos estadounidenses, por ejemplo, están formados por personas directamente integradas en el complejo industrial militar del que nos prevenía Eisenhower; y esas son las personas que están dirigiendo todas las decisiones que se toman en ese país y, en consecuencia, en el resto del mundo.
–Una de esas decisiones fue la de darle, por parte de las dos cámaras del congreso, el poder al presidente Cóleman para iniciar a su antojo cualquier conflicto armado que creyera conveniente, incluyendo la utilización de armas nucleares si fuera preciso –comentó un militar que se encontraba también en la sala. Por su atuendo, se veía que era de alta graduación, pero mi ignorancia en temas militares me impedía saber exactamente de qué se trataba–. Tardó sólo seis meses en utilizarlo iniciando la invasión de Afganistán.
–Por lo que estás diciendo, Santiago –comenzó diciendo la atractiva reportera que conocí en la antesala–, pretendes luchar contra todo el poder económico de Occidente, prácticamente. Estamos hablando de algo mucho más grave que matar terroristas. Podemos provocar una crisis mundial de consecuencias catastróficas.
–Eso dalo por hecho –le contestó Santiago–; me refiero a lo de la crisis mundial. Pero aún no habéis escuchado mi plan, no saquéis conclusiones precipitadas. Si os digo todo esto antes de explicaros en que consiste mi proyecto, es para que comprendáis la gravedad de los problemas a los que nos enfrentamos. Tened una cosa muy presente, ante problemas graves, sólo caben soluciones drásticas. Este tipo de soluciones siempre perjudican a alguien, es inevitable, en este caso, y sin que sirva de precedente, el fin sí justifica los medios.
»Si queremos que haya más igualdad en el mundo, los que estamos más arriba, debemos irremediablemente bajar un poco, para que los que están más abajo puedan subir. Ya sé que a nadie le gusta bajar de escalafón, y se crearán muchas tensiones y situaciones violentas, pero habrá que hacer un esfuerzo sobrehumano, tarde o temprano, la gente comprenderá que tener menos cosas materiales no significa perder calidad de vida, más bien, todo lo contrario. Llevará tiempo, y muchas personas sufrirán mucho, e incluso tendrán que morir otras muchas, pero si mi plan funciona tal y como predigo, en cuestión de diez o quince años como mucho, o incluso antes, el mundo será un lugar donde de gusto vivir, mucho más tranquilo y seguro. Ese será nuestro objetivo.
–Bueno Santiago –dijo el director del museo aprovechando una pausa–, ¿a qué estás esperando para contarnos tu plan? Te puedo asegurar que nos tienes a todos intrigadísimos.
–Está bien –contestó éste sonriendo–, ya veo que estáis todos expectantes. Como os dije al principio, primero pensé en derrocar por la fuerza a aquellos gobiernos corruptos y dominados por el capitalismo que tanto mal están haciendo al mundo. Pero después comprendí que esta no podía ser la solución; la gente me vería como otra amenaza más, no podrían entender que un ser humano como ellos tuviese tanto poder, y me temerían, provocaría demasiadas inquietudes y situaciones imprevisibles e inseguras. Al mismo tiempo, verían a mis seguidores, o sea, a ustedes, como usurpadores. No tardarían en levantarse contra ustedes, sería muy difícil mantener la paz en tantos países al mismo tiempo en esas condiciones y, al final, habría que utilizar la fuerza en demasiadas ocasiones. No habríamos conseguido nada, la gente viviría asustada y con un sentimiento de inseguridad que no tardaría en explotar. Y tampoco me gusta mucho la idea de colocaros en una posición tan peligrosa; nunca me perdonaría el que os ocurriera algo malo por mi causa.
»En fin, después de pensarlo mucho, me vino la idea a la cabeza. Han sido muchos, y de hecho siguen siendo muchos, los que utilizan las creencias religiosas de la gente para fines determinados y, lo cierto es que, a pesar de los tiempos en que vivimos, sigue funcionando. Los musulmanes son capaces de morir por su Dios; lo judíos siguen pensando que son el pueblo elegido por Dios, y que éste fue el que les concedió las tierras que ahora poseen. Los católicos, por lo general, son los más difíciles de convencer, la mayoría han perdido la fe gracias a la expansión de la cultura y el conocimiento y, gracias también, por qué no decirlo, a una Iglesia estrecha de miras que no ha sabido adecuarse a los tiempos; pero cuento con el dicho de `ver para creer`, supongo que también funcionará con ellos.
–O sea, que iba en serio lo de hacerte pasar por Dios –apuntó uno de los presentes sin disimular su sorpresa.

No me gusta parecer presuntuoso, pero tengo que admitir que a mí no me sorprendió nada; ya me había imaginado que ese sería su plan, sencillamente porque yo haría lo mismo en su lugar, si tuviera los poderes que él posee. Además, en cuanto vi las personas con las que contaba, supe que no podía ser de otra forma. Aunque, también reconozco, que todavía no tenía ni idea de cómo pretendía llevarlo a la práctica, teniendo en cuenta que, normalmente, la gente sólo cree en lo que les conviene, no basta con abrirles lo ojos aunque sea engañándolas hábilmente, es necesario además proporcionarles algo tangible, que les interese para vivir mejor, sobretodo en las culturas más modernas y desarrolladas que tan inmersos nos hallamos en el mundo del consumismo y lo material.
No lo tendría nada fácil para hacerles creer en algo que no les interesa creer. Y si ya era difícil de convencer a los más incrédulos, con la Iglesia lo tendría aún más difícil todavía. La alta jerarquía eclesiástica, o sea, el Vaticano, sería la mayor perjudicada con la aparición de un Dios real, como pretendía hacer Santiago. En cuanto viesen peligrar su tan privilegiada posición de supremacía en el mundo, lucharían encarnizadamente por mantenerla y se podían convertir en nuestros peores enemigos. Santiago tendría que ser muy astuto y hábil para mantener la situación bajo control.

–Sí, ese es el plan exactamente, hacerme pasar por Dios –continuó diciendo Santiago, respondiendo al tipo que le interrumpió–. Ya sé que no será fácil, necesitaré usar todo mi potencial para convencer al mundo y espero que todo salga como lo tengo pensado.
»La idea se me ocurrió al leer La Biblia; el Dios que en ella aparece es un Dios cruel, un genocida casi. No tiene escrúpulos ninguno a la hora de asesinar a pueblos enteros, incluido mujeres, niños y ancianos; pasarlos a cuchillo lo llaman ellos. Fue así como consiguió que el pueblo de Israel dominara en unas tierras que no le pertenecían, exterminando sin ningún tipo de consideración a todo aquel que se le oponía, aunque fuese sólo en defensa de su territorio. Incluso estuvo a punto de aniquilar a su propio pueblo en varias ocasiones por motivos insignificantes; también mataba a sus propios sacerdotes por cosas como hacer sacrificios fuera de su tabernáculo y otras por el estilo. En definitiva, controlaba a sus seguidores induciéndoles el miedo al castigo.
»No es que yo crea en nada de esto, pero la cuestión es que la gente cree y adora a un Dios así. Afortunadamente después vino Jesucristo a poner las cosas un poco en su sitio, pero, aún así, los judíos, musulmanes y, en menor medida, los cristianos, siguen rezando a ese Dios tiránico de La Biblia.
»No os preocupéis, yo no pienso comportarme de esa misma manera. No tengo la intención de exterminar ni aniquilar a nadie que no se lo merezca realmente. Pero, si es necesario, sí que pienso utilizar ese miedo para hacer ver a los desalmados que sólo tendrán cabida en este mundo si cambian de actitud y se comportan de forma más justa y razonable. Haré ver a la gente que sólo tendrán motivos para temerme aquellos que sólo busquen su bien personal movidos por la avaricia y la codicia, aquellos que no sean capaces de respetar a sus hermanos, aquellos que no comprendan que todos los seres humanos somos iguales y tenemos los mismos derechos. No descansaré hasta que no compruebe que no hay ni una sola persona en este mundo empuñando un arma o pasando hambre. Ese es mi cometido, y el vuestro será mantener esa situación así durante el mayor tiempo posible, evitando que se vuelvan a cometer situaciones de injusticia.
–Supongo que serás consciente del plan tan ambicioso que quieres acometer –repuso de nuevo el director del museo. Parecía que se conocían desde hace mucho tiempo, a juzgar por la confianza con que se trataban–. Yo no sabría ni por donde empezar.
–Para empezar he desarrollado una especie de programa que pretendo seguir con vuestra ayuda –continuó diciendo Santiago–. A ver qué os parece.
»Grosso modo, consta de tres etapas bien diferenciadas e indispensables. La primera, y más difícil, sería la eliminación total de cualquier tipo de arma de fuego sobre la faz de la Tierra; por supuesto, esto es cosa mía, e incluye la completa desmantelación de toda la industria armamentística de todos los países, así como acabar con todos los conflictos armados del mundo. Después entraremos en detalles.
»La segunda etapa iría encaminada a la reconducción de todos los recursos económicos y humanos obtenidos por la primera etapa, para la erradicación del hambre y demás necesidades vitales en los países del tercer mundo. Para ello cuento con vosotros, Yolanda, y vuestra organización como principal valuarte. Sólo tendréis que hacer lo mismo que lleváis haciendo durante tantos años, con la diferencia de que ahora contaréis con todos los recursos necesarios, tanto económicos como personales, y la colaboración de todos los países. Para quien no conozca bien la ONG que dirige Yolanda, le diré que tiene la gran ventaja, y por eso los he elegido, de disponer de una perfecta estructura a nivel mundial, siendo capaces de proporcionar ayuda médica en cualquier rincón del planeta donde se necesite en un tiempo impensable para cualquier otra organización.
»En esta fase también se acometería la necesidad de que cada país explote sus recursos naturales, acabando con el expolio al que están siendo sometidas muchas naciones por parte de grandes multinacionales extranjeras, quitándoles el poco sustento de que disponen.
»Con la tercera y última etapa lo que pretendo es hacer simplemente que se cumpla la ley. Me explico; hay muchos países que tienen pendiente resoluciones establecidas por las Naciones Unidas. Hay que obligar a estos países a que las cumplan. También quiero reforzar a este organismo, al que todos lo países deben acogerse, para que siga siendo el que vele por la seguridad del planeta. Todos sabemos la teoría, lo único que tenemos que hacer es llevarla a la práctica. Me estoy refiriendo a la Declaración Universal de Derechos Humanos(1) promulgada por la ONU en diciembre de 1948; sencillamente tenemos que obligar a todos los gobiernos del mundo a cumplirla estrictamente, castigando duramente al que no lo haga.
»¿Y bien? –preguntó Santiago después de hacer una breve pausa en espera de que alguien comentara algo–. Os habéis quedado muy callados; ¿no os gusta mi plan? Si tenéis algo que decir, ahora es el momento.
Yo sí que tenía muchas cosas que decir, sobretodo muchas dudas. Todo aquello sonaba muy bonito, muy idílico, pero yo seguía pensando que imposible de realizar. Se necesitaría algo más que un milagro para dar a la humanidad semejante vuelco de ciento ochenta grados. Esperaba sinceramente que Santiago tuviera algún as debajo de la manga que aún no hubiera mostrado. De todas formas, actué con la prudencia que me caracteriza y esperé a ver la reacción de los demás. Quería creer que todos pensarían como yo.
El primero que se atrevió a hablar fue el militar.
–Bueno, parece que lo tienes todo muy calculado y, francamente, espero que así sea porque yo sigo sin verlo muy claro. En primer lugar, cómo pretendes que se ejerza la seguridad si quieres acabar con toda la industria armamentística. Y, por otro lado, si dejamos que halla un ejército armado para protegernos, será cuestión de tiempo el que estas armas lleguen a manos indebidas. Yo veo esto muy complicado.
–Comprendo tus recelos; ya dije antes que tendría que entrar en detalles, pero ya que me lo preguntas, intentaré responder a eso ahora.
»No cabe la menor duda de que esta primera etapa de desarme general es la más complicada de todas, y llevará su tiempo llevarla a cabo por completo. Cuando he dicho que quiero acabar con todas las armas de fuego del mundo, es eso precisamente lo que quiero hacer; no quiero dejar ni una sola, ni la posibilidad de que se puedan fabricar. Si no existen grupos armados contra los que luchar, tampoco será necesario un ejercito armado que nos defienda de ellos.
»Por supuesto que no podemos dejar desarmados de repente a todo los ejércitos del mundo, esto sería un desastre. Habrá que llevarlo a cabo por etapas, empezando primero por las fábricas. Ya hay personas en varios países encargadas de darme una lista con todas las instalaciones dedicadas a la construcción de cualquier tipo de armamento; no pienso dejar ni una en pie.
»En segundo lugar me encargaré de desarmar, y si es necesario, aniquilar, a todos aquellos grupos insurgentes o ejércitos ilegales que actualmente campan a sus anchas por el planeta. Para ello cuento con la organización de Irene, Reporteros del Mundo. Esta organización está compuesta por cientos de corresponsales repartidos por todo el mundo. Allá donde hay un conflicto armado, hay un periodista de esta ONG; ellos serán mis ojos, me mantendrán informados de donde debo actuar, y estoy seguro de que me darán mucho trabajo.
»Por último, una vez conseguidos estos dos objetivos, llegará el momento de desarmar también a los ejércitos. Mi intención es dejarles provistos sólo de armamento antidisturbios; si todo sale bien, tendrán más que suficiente con eso.
–Santiago, ¿qué ocurrirá con las miles y miles de familias que viven de la industria armamentística? –quiso saber una señora que se encontraba sentada justo enfrente de mí–. Me refiero a los trabajadores de las fábricas; ¿de qué vivirán entonces?
–Pues no lo sé –respondió éste para sorpresa de todos–. Pero sinceramente, no creo que mueran de hambre; eso es algo que tendrán que solucionar los distintos gobiernos. Como ya he dicho, éste será un proceso muy costoso y doloroso para muchos; todos tendremos que hacer sacrificios, unos más y otros menos. Lo único importante es el objetivo final; con el tiempo, todas estas adversidades que irán surgiendo se solucionarán, no me cabe duda.
»Ya sabemos que vendrán malos tiempo. Seguramente la economía sufrirá la mayor crisis de toda su historia, habrá motines y manifestaciones en todas las grandes ciudades, los grupos violentos aprovecharán estas circunstancias para actuar impunemente, y más consecuencias que habrá que ahora mismo no se me ocurren. Ya cuento con todo eso, pero, para mí, no son más que males menores que se solucionarán con el paso del tiempo y con la colaboración de todos. Puede que nos lleve años, pero finalmente conseguiremos lo que nos proponemos: librar a la humanidad de las injusticias y del inminente final que les espera.
–También los soldados nos quedaremos sin trabajo –apuntó de nuevo el señor vestido de militar.
–Por eso no te preocupes –le respondió Santiago–, se necesitará mucha mano de obra para ayuda humanitaria. Hay muchos países que reconstruir; los ejércitos tienen un papel muy importante que cumplir en este proyecto, ya lo comprobarás.
–Has mencionado los conflictos armados –intervino esta vez Yolanda Ramos–, pero en el mundo hay otros muchos problemas que merecen la pena resolver también, ya que causan mucho daño a la sociedad. Por ejemplo el narcotráfico, o el mercado con seres humanos, por no hablar de la explotación infantil. Supongo que también los tendrás en cuenta.
–Por supuesto –contestó Santiago–, pero todo a su tiempo. Tenemos que establecer unas prioridades y, creo que las que he propuesto son las más sensatas. Además, si se cumple este programa, lo demás caerá por su propio peso, ya lo verás. Con la red de informadores que tengo repartidos por todo el planeta, no habrá malhechor que se escape de mis garras, te lo puedo asegurar.
Nadie parecía caer en lo que para mí eran las principales dudas del plan de Santiago, así que, muy a mi pesar, decidí intervenir.
–Yo tengo dos preguntas que hacer. La primera es si tienes pensado avisar de alguna forma al mundo de lo que piensas hacer antes de actuar. Y la segunda, ¿qué pasará si te ocurre algo? Por mucho Dios que digas ser, tú sabes que te vas a convertir en el principal objetivo a abatir por parte de todos los bandos. Cuando nos conocimos me dijiste que sólo eras un ser humano como los demás, por tanto, mortal.
»Si te ocurriera algo malo, Dios no lo quiera, dejarías al mundo en un estado lamentable, y sin ti, nada de esto se puede llevar a cabo, serás imprescindible.
–Sí, esperaba esas dos preguntas –contestó pensativo–. Bueno, vayamos por partes. Por supuesto que tengo pensado avisar a todo el mundo antes de empezar. Como todos sabéis, la primera impresión es muy importante, así que tenía en mente hacer una presentación apoteósica; algo que no se olvide fácilmente y que no deje lugar a dudas de lo que pretendo, y cómo pretendo hacerlo. Mi intención es que todo el mundo piense que verdaderamente soy Dios o Alá o Jesucristo o como quieran llamarme, y que no pienso tener ninguna compasión con aquel que incumpla mis leyes, que no serán otras que las promulgadas en la carta de Derechos Humanos.
»Después del aviso y de haber dado un tiempo razonable, mi actuación será contundente. Os advierto de que no tendré piedad ninguna contra aquellos que infrinjan algunos de los mandatos, sobretodo con todo aquel que pretenda utilizar algún arma de fuego contra otro. Por desgracia, el miedo es el único sentimiento que puede hacer cambiar a la mayoría de la gente su forma de actuar; también Aristóteles habló de ello mejor que lo pueda hacer yo, en uno de sus tratados éticos diciendo: “Con relación a la multitud, los preceptos son absolutamente impotentes para dirigirla hacia el bien. Jamás obedece por respeto, sino por temor, no se abstiene del mal por un sentimiento de pundonor, sino por el terror de los castigos. Como sólo vive para las pasiones, sólo va en pos de los placeres que le son propios y de los medios que proporcionan estos placeres, apresurándose a evitar las penas contrarias. Pero en cuanto a lo bello y al verdadero placer, no tiene de ellos ni una simple idea, porque jamás los ha gustado. Y pregunto, ¿qué discursos, qué razonamientos pueden corregir estas naturalezas groseras? No es posible, o por lo menos no es fácil, mudar por el simple poder de la palabra hábitos de muy atrás sancionados por las pasiones.”
»Para la susodicha presentación tengo que ultimar todavía algunos detalles. Ya os informaré cuando llegue el momento.
»Con respecto a la otra pregunta que me hacía Pablo, es verdad que soy un ser humano y que por tanto puedo morir, o me pueden matar. Ese será un riesgo que tenemos que asumir. Para vuestra tranquilidad, os diré que no es nada fácil que me maten. Os pondré un ejemplo; si alguien me disparara con una pistola por la espalda desde unos cuatro o cinco metros de distancia, antes de que la bala me alcanzase, yo habría sentido el disparo, me daría la vuelta, atraparía la bala y se la metería entre ceja y ceja al tipo que me disparó; éste moriría sin darse cuenta siquiera de lo que le había pasado. El secreto está en que yo me puedo mover en un espacio temporal distinto al del resto de los mortales.
En ese mismo instante ocurrió algo increíble; Santiago desapareció de repente de nuestra vista y, cuando aún no habíamos terminado nuestras respectivas exclamaciones de sorpresa, al instante siguiente, entró como si tal cosa por la puerta que tenía detrás suya. Ya se pueden imaginar la reacción de la mayoría de los presentes, algunos incluso se levantaron de sus asientos sin comprender qué es lo que estaba pasando.
–Tranquilos, vuelvan a sus asientos –empezó a decir como si no hubiera ocurrido nada–. Sólo quería demostraros lo que os acabo de decir. Para vosotros, yo he desaparecido y he vuelto a aparecer en otra habitación; pero no es así, mi poder no llega a tanto. Lo que he hecho es, simplemente, levantarme y salir por esa puerta para volver a entrar seguidamente, lo que ocurre, es que lo he hecho a una velocidad que vosotros sois incapaces de apreciar. Y esto es sólo una pequeña demostración; no me atrevería a decir que soy intocable, pero sí que os puedo asegurar que no seré un hueso fácil de roer para quien quiera intentarlo.
–¿Qué clase de poder mental es ese? –exclamó uno de los tipos que se habían levantado–. En mi vida había oído hablar de nada parecido.
–No sabría como explicarlo –intentó responderle Santiago–. Es algo que puedo hacer, simplemente. Supongo que cuando termine todo esto me tendré que poner en manos de algún físico teórico; seguro que ellos encontrarán alguna explicación sensata de todo lo que hago, auque, sinceramente, tampoco es que me importe mucho la explicación científica que puedan tener estas cosas.
»En fin, no quiero robarles más tiempo; ya es tarde y estoy seguro de que tendrán mucho trabajo que hacer. Dentro de una semana me reuniré aquí mismo con Pablo e Irene. Entre los tres prepararemos lo que será mi presentación ante el mundo. Necesitaré un buen discurso que se encargará de escribir Pablo y una buena cobertura mediática, eso es cosa tuya, Irene. Al resto ya les reclamaré cuando proceda; mientras tanto sigan ocupándose de sus asuntos como si tal cosa; no es necesario que os recuerde lo importante que es la prudencia.


(1) Reproducida íntegramente al final del libro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Las mejoras las verás, cuando acortes los textos, escribes muy bonito, pero piensa que no eres tu solo al que hay que leer, es agobiante leer textos tan largos.
Te saludo muy Atte

Nerea dijo...

jajja pues yo lo estoy devorando.

Besos!!!!

genialsiempre dijo...

Bueno, capítulo largo y con mucha filosofía como es tu estilo. No pasa nada si es el único, pues era necesario en el guión, pero espero que no abuses de ello pues eres proclive.

José María