martes, 10 de junio de 2008

Capítulo Diecisiete

En cuanto llegamos nos pusimos a trabajar inmediatamente en el discurso, apoyándonos en la lista que Santiago nos dejó antes de marcharse. Como él dijo, se trataba de temas muy concretos y puntuales, pero no por ello, menos complicados de desarrollar e implantar.
En lo concerniente a la educación, lo que pretendía era que se incluyese como materia fundamental para los más pequeños, a partir de los tres años, clases de comportamiento y educación básica, impartidas por pedagogos especializados en la educación de niños menores de seis años. En estas clases se debería enseñar una serie de normas fundamentales de convivencia que, hasta ahora, se suponía debían hacer los padres. También quería que se ampliase el horario de estancia de estos niños en los centros educativos, llegando incluso a comer en ellos obligatoriamente. Por supuesto se incluirían también bastantes horas de juegos educativos, donde aprendieran a colaborar, a compartir, a ser sociables, etcétera. La idea, en definitiva, era que hasta los siete años al menos, la educación de los niños estuviera enfocada sola y exclusivamente a la adquisición de unos hábitos saludables y de comportamiento correcto. A partir de los siete años es cuando empezarían a recibir una educación más convencional, basada más en los conocimientos, como se está haciendo hasta ahora. Hasta esta edad, los colegios deberían ser para los niños, más que centros educativos, lugares de recreo, convivencia y entretenimiento, todo ello controlado por monitores especializados para tal actividad.
También la colaboración de los padres sería forzosa, llevándose a cabo reuniones con ellos con mucha frecuencia, obligándoles a hacerse partícipes de este aprendizaje con el fin de que continuasen con él en sus hogares; a los educadores se les daría la autoridad necesaria como para poder amonestar, o incluso denunciar, a aquellos padres que no cumpliesen unas mínimas obligaciones para con sus hijos.
Ésta sería la principal prioridad de todas las naciones y, a la que habría que otorgar todos los recursos que fueran necesario para su correcto funcionamiento. Esta medida llevaba también implícita una preparación más exhaustiva del personal encargado de llevarla a cabo, es decir, de los pedagogos y sicólogos infantiles, a los cuales se les daría mucha más importancia y seguimiento que a cualquier otra rama de la enseñanza.
Otro tema importante a tratar era el uso que se les daría a las fuerzas militares de cada país. Lo que Santiago tenía pensado que hicieran, era prácticamente lo que ya estaban haciendo, encargarse de labores humanitarias allá donde fuera necesario. A estas personas también se les subiría el salario considerablemente, de manera que su labor fuera recompensada como merecían, aprovechando el considerable ahorro que suponía la no utilización de armamento.
Se nombraría a la ONG Hospitales sin Frontera como organización internacional encargada de centralizar todas las tareas humanitarias a lo largo y ancho de todo el planeta. Ésta se coordinaría con el resto de organizaciones de este tipo, así como con los diferentes gobiernos, para hacer llegar la ayuda que fuese necesaria, del tipo que sea, a los países del tercer mundo y en vías de desarrollo.
Todos los países deberán ser democráticos. Se les dará un ultimátum a aquellos en los que todavía gobierna un régimen totalitario, y Santiago mismo en persona se encargaría de que esto se llevase a cabo escrupulosamente, respetándose la ley y la libertad de pensamiento y de elección de todos los ciudadanos, con todas sus consecuencias.
Las campañas electorales serían justamente como nos comentó Santiago esa mañana. Cada partido, legalmente establecido, hará llegar a través de los medios de comunicación su proyecto de gobierno, prohibiéndose explícitamente cualquier otro tipo de manipulación. Las elecciones estarán controladas directamente por el Tribunal Superior de Justicia con sede en la Haya.
La Declaración Universal de Derechos Humanos será de obligado cumplimiento en todas las naciones del mundo. Santiago hará especial mención en el artículo dieciocho a los países musulmanes donde se gobierna por medio de la Sharia; en ésta se declara el derecho de todo ser humano a la libertad de pensamiento, conciencia y religión. Se respetaran las leyes particulares de cada Estado siempre y cuando éstas no vulneren para nada ninguna de las anteriormente expuestas.
Otra de las principales prioridades será la de que cada país se encargue, con los recursos que sean necesarios, de que no haya ningún sólo niño sin padres, ya sean de dentro de sus fronteras o de fuera. Es decir, las adopciones nacionales o internacionales, no sólo serán gratuitas sino que tendrán absoluta prioridad, por encima de los programas de reproducción asistida que la mayoría de países desarrollados incluyen en su asistencia sanitaria gratuita.
Uno de los asuntos más difíciles de llevar a cabo sería el control de los precios de las materias primas y de los productos básicos para la vida, como pueden ser las viviendas, comestibles y carburantes, entre otros. Y sin embargo esto era algo imprescindible para evitar el aumento de las desigualdades entre ciudadanos, como pretendía Santiago. Así se lo haría saber a la Asamblea. Para ello sería necesario una remodelación casi total de la Organización Mundial del Comercio, a la que deberán adheridse el resto de países hasta ahora excluidos, adquiriendo ésta más competencias de las que tenía.
También cobraría mayor importancia la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, con la idea de relanzar el obsoleto Programa para el Desarrollo establecido en 1965 por la Asamblea General con la idea de promover el crecimiento económico de los países subdesarrollados. Las aportaciones económicas de cada país deberán ser obligatorias, dependiendo de la renta anual per cápita de cada uno de ellos; en aquel momento, estas aportaciones eran voluntarias.
Por último, Santiago avisaría con absoluta seriedad de que, una vez eliminado el riesgo del terrorismo y de las guerras internacionales, la humanidad tendrá que hacer frente al mayor de los peligros con los que se enfrentará en un futuro próximo: el exceso de población. Tendrán que hacer un esfuerzo considerable si no quieren perecer victimas de su propia incapacidad por controlar la creciente expansión demográfica. Les recordará que será este crecimiento desbordado el que, en un futuro no muy lejano, llevará al ser humano al borde de la extinción, ya que serán incapaces de sobrevivir en cuanto se agoten muchos de los recursos de los que dependen, algunos de ellos se encuentran ya muy cerca de los límites. Les dirá también que él no podrá hacer nada por evitar este desastre, que deberán ser ellos (o sea, nosotros), los que pongan los medios que sean necesarios para su control.
También les recordará a todos el riguroso cumplimiento que deberán hacer del protocolo de Kioto, a costa de lo que sea, ya que de él dependerá en gran parte el bienestar de las futuras generaciones y de los presentes cuando seamos algo más mayores.
Básicamente, en esto se fundamentará la exposición de Santiago frente a los representantes de todas las naciones del mundo. En un principio, él mismo se encargará de supervisar la correcta implantación de todas estas normas en los distintos países. Pondrá al frente de cada organismo a las personas adecuadas, de esta forma se asegurará de que todo vaya conforme a lo dispuesto. De igual manera, tenía pensado destituir de sus puestos a muchos altos cargos y funcionarios de las Naciones Unidas con los que sabía que no podía contar para llevar a cabo su proyecto. En definitiva, haría una limpieza y remodelación de toda la Organización, eliminando a aquellos sujetos que él compruebe que están predispuestos a la corrupción o, simplemente, al pasotismo, y colocando en su lugar a otros más preparados y con mejor disposición moral y ética, conforme a la importante labor que iban a desarrollar.
Terminamos bastante tarde de redactar el discurso; y muy cansados por cierto, con lo que mis pretensiones con Irene al comienzo de la tarde se habían esfumado casi por completo. Tengo que reconocer que se me pasó por la mente el llevar algo más lejos nuestra inestimable amistad esa misma noche (¿qué les puedo decir? Soy humano), pero, llegado el momento, no quise arriesgarme a parecer vulgar y superficial, así que tuve que reprimir mis instintos más primitivos (la tónica de mi vida). Cortésmente la invité a pasar la noche allí, por supuesto yo dormiría en el sofá, pero, también por supuesto, ella rehusó la invitación alegando que estaba cansada y que sería una pena desperdiciar la habitación del hotel que ya tenía pagada.
Y para colmo, a la mañana siguiente, Irene tenía que salir temprano hacia la capital, así que, muy a mi pesar, tuvimos que despedirnos sin saber hasta cuando. Mi única alegría fue que también noté en ella cierta consternación por no poderse quedar; eso me consoló (aunque no mucho).

1 comentarios:

genialsiempre dijo...

Un pais idílico o mejor dicho una humanidad idílica es lo que describes, espero que no sea todo una excusa para conseguir llevarse a Irene al catre.

José María