lunes, 12 de mayo de 2008

Capítulo Trece

Como era de suponer, las distintas reacciones no tardaron en producirse. Toda la diversidad de canales informativos estuvieron todo el día dando partes informativos desde la zona. Nadie se atrevía a posicionarse claramente sobre lo que había pasado; aún era muy pronto y, la primera fase de sorpresa aún estaba latente en la totalidad de la población.
Prácticamente, los informativos consistían en repetir una y otra vez las mismas imágenes y en ofrecer entrevistas con los distintos protagonistas que estuvieron presente en el acto. Todos decían lo mismo, que se quedaron totalmente inmóviles en cuanto apareció el supuesto Dios, y que sintieron mucho miedo, de hecho, a algunos tuvieron que llevárselos en ambulancia después de haber sufrido un ataque de nervios.
A la tarde, salí un rato a la calle; quería comprobar el ambiente que se respiraba. El temor a lo desconocido era palpable en la inmensa mayoría de la gente de a pie. Nadie podía, o más bien quería, creer lo que parecía más evidente, que Dios existía y había vuelto a la Tierra para hacer justicia entre todos los hombres. Aún era pronto para comprender el alcance que tendría todo aquello; lo que sí estaba claro era que la conmoción había sido generalizada. Habría que esperar todavía algún tiempo para obtener algunas respuestas.
Y éstas no tardaron en producirse. Si alguien tenía alguna duda sobre el mensaje de Santiago, éste no tardó en disiparlas. Ocurrió al día siguiente, muy temprano; bueno, en realidad los hechos se produjeron durante la noche, pero no fue hasta por la mañana cuando llegaron las noticias a todas las televisiones del mundo.
Las imágenes habían sido tomadas en Afganistán y eran bastante claras; hay que tener en cuenta que cuando se tomaron, allí había ya amanecido debido a la diferencia horaria que tenían con respecto a nosotros. Hay que reconocer que los reporteros compañeros de Irene habían hecho un trabajo formidable, supongo que ayudados por Santiago.
En primer lugar se podía ver lo que parecía una especie de campamento o campo de entrenamiento de algún grupo paramilitar, que después se supo, estaban asociados con la organización terrorista de Mohamed Bin Tahid. Se veían muchos hombre armados corriendo de aquí para allá con total tranquilidad. De pronto apareció nuestro hombre en mitad del campamento, a una altura de unos veinte o treinta metros, precedido de un gran estruendo al igual que ocurrió en Tel Aviv.
Todo ocurrió muy rápido, apenas tuvieron tiempo para reaccionar las personas que allí se encontraban. Al instante siguiente empezaron a volar por los aires decenas o cientos, no sabría decir, de todo tipo de armas que se perdían para siempre en la inmensidad del cielo, incluido carros de combate y demás armamento pesado. Al mismo tiempo, las cámaras recogieron perfectamente como muchos de los hombres que allí se encontraban cayeron fulminados al suelo mientras el resto corrían en busca de refugio sin saber que es lo que estaba ocurriendo exactamente.
La voz de Santiago tronó por encima del griterío general diciendo en el idioma local: “¡No habrá perdón para los que no respeten la ley de Dios!”. O al menos así es como lo tradujeron. Seguidamente volvió a desaparecer tal y como vino, dejando a los supervivientes sumidos en un caos total.
Minutos después, el informativo conectó en directo con la zona donde había ocurrido todo. Hasta allí habían llegado las autoridades locales y miembros del ejército norteamericano de ocupación. Pudieron comprobar como, efectivamente, se trataba de un campo de adiestramiento de insurgentes radicales. Hallaron hasta setenta y ocho cuerpos sin vida y capturaron otros ciento veintidós que encontraron repartidos por todo el campamento, desolados por la muerte de sus compañeros y sin saber exactamente qué hacer después de lo que habían visto. A la mayoría los encontraron inmóviles, con la mirada perdida en el vacío; otros muchos vagaban por el desierto sin rumbo fijo dominados por el pánico. Con respecto a los cadáveres, lo único que anunciaron fue que la causa de las muertes había sido un paro cardíaco, simplemente; no pudieron o no quisieron concretar más. Ninguna de las autoridades se atrevían todavía a intentar explicar lo que había sucedido.
No se encontró ningún tipo de armamento en todo el campamento. Los reporteros se encargaron de filmar absolutamente todo lo que pudieron de manera que no hubiera lugar a dudas de lo que allí había ocurrido. También se ocuparon de que las imágenes llegaran a cualquier rincón del globo.
El plan de Santiago estaba en marcha y, de momento, parecía que todo iba tal y como él lo había proyectado. Tan sólo había transcurrido un día de su aparición oficial y ya se hablaba en muchos círculos importantes del Mensaje de Dios. Para mí, aquello era todo un triunfo.
Los siguientes días fueron igual de emocionantes. El mismo episodio de Afganistán se repitió en dos campamentos más de Pakistán y otro de Irak. En todos ellos ocurría lo mismo; aparte de deshacerse de todas las armas, siempre morían algunos y dejaba con vida a otros. Santiago estaba siendo fiel a su compromiso de no matar a nadie que realmente no se lo mereciese o que pudiera rehabilitarse en un futuro.
Pero lo más inesperado ocurrió al cuarto día. Esta vez el escenario fue otro muy diferente: los mismísimos Estados Unidos de Norteamérica; más concretamente, en el estado de Texas. Allí cogió por sorpresa a un grupo bastante numeroso de paramilitares de ideas fascistas que se hacían llamar “Los Libertadores de América”. Se ocultaban en una gran finca, en un bosque cercano a la capital del estado, desde donde organizaban atentados contra ciudadanos de otras etnias, como musulmanes o afro americanos.
El modus operandi fue prácticamente igual que con los anteriores grupos. Primero se deshizo de todas sus armas y después eliminó a casi todos ellos, dejando con vida tan sólo a unos pocos, la mayoría, chicos y chicas jóvenes.
Este ataque fue muy inteligente por parte de Santiago. Con él, quiso demostrar al mundo que nadie estaba a salvo y que iba totalmente en serio. Con esta simple muestra de imparcialidad, Santiago logró un efecto sorprendente; en los países de mayoría musulmana, incluido los más conflictivos, no tardaron en producirse numerosas manifestaciones por parte de toda la población a favor de la paz. En ellas, los ciudadanos destruían sus armas voluntariamente y declaraban públicamente su más absoluta devoción a su único Dios, proclamando a Santiago como el Mahdí, tan esperado por la mayoría de musulmanes.
El ejemplo de esta gente se extendió rápidamente a otros países con distintas creencias religiosas. Parecía increíble. En unos cuantos días, Santiago había logrado convencer a una parte muy importante de la población mundial.
Por supuesto que aún había mucho trabajo por hacer; no podía ser todo tan sencillo. Lo único que se había conseguido hasta ahora era convencer al pueblo llano, o sea, a la gente más humilde que tenían poco que perder y sí mucho que ganar con las reformas que pretendía hacer Santiago. Faltaba lo más difícil e importante, convencer también a aquellos que ostentaban el poder y que se resistían a obedecer los mandatos que les había impuesto Santiago en el mensaje de Tel Aviv; como por ejemplo la destrucción de toda la industria armamentística.
Claro que esta presión producida por las masas en sus manifestaciones era muy beneficiosa para la causa; una vez que transcurriera el mes que se les había dado de plazo, Santiago tendría que actuar con contundencia en contra de muchos gobiernos afectando negativamente también a muchos ciudadanos inocentes. Llegado este momento sería muy importante contar con el apoyo de una gran parte de la población. A fin de cuenta, la idea de todo esto era beneficiar a la gente más desfavorecida y con menos recursos.
Dos días después ocurrió otro hecho también trascendental. Esta vez, Santiago fue todavía más lejos. Se trasladó a Moscú, entró de forma espectacular en el Kremlin desarmando a todos los guardias y soldados que se ponían en su camino y raptó literalmente al presidente ruso. Horas más tarde apareció con éste en la República de Chechenia, en la ciudad de Grozni, después de haberle dado una vuelta por el aire por casi la totalidad del territorio chechenio. El objetivo era mostrarle toda la miseria y las penalidades que los habitantes de dicha región estaban sufriendo a causa de la guerra y del continuo asedio por parte de las tropas rusas. Le hizo una seria advertencia para que cambiara de actitud con esa gente, dándoles toda la libertad y los derechos que cualquier ciudadano debe tener. Seguidamente se marchó tal como vino, dejando al presidente ruso en dicha ciudad, en medio de la población a la que tanto había despreciado durante todo su mandato.
Con esto, Santiago quiso dar un aviso a todos los gobernantes del mundo para que lo tomaran más en serio y tuvieran muy en cuenta sus advertencias.
Según me informó Irene, con la que tenía contacto casi diario a través del correo electrónico, el aviso surtió efecto en algunos países, los cuales empezaron a desmantelar, al menos en apariencia, muchas de sus importantes fábricas de armamento. Tras el cierre de éstas, vino lo que ya se preveía; numerosas manifestaciones de trabajadores que se habían quedado sin trabajo, salieron a la calle en protesta por lo que ellos consideraban una injusticia. Cuando una persona se queda sin su sustento diario no se para a pensar que está haciendo un bien social para el futuro, ni nada de eso. Todos y cada uno de nosotros lo único que queremos es que nos solucionen nuestro propio problema y nada más.
Lo cierto es que muchos gobiernos tendrían que hacer juegos de malabares para poder hacer las reformas que pretendía Santiago y a la vez perjudicar al menor número posible de ciudadanos. Pero, como dijo el mismo Santiago, ya se las arreglaran, y si no, será el tiempo el que se encargue de terminar con estos problemas secundarios.
Después de Rusia, nuestro particular Dios, visitó el continente africano. En Sudán acabó con varios grupos paramilitares liderados por los llamados señores de la guerra, que tenían atemorizados a gran parte de la población con sus constantes asedios. De esta forma consiguió dos objetivos al mismo tiempo; por un lado acababa con grupos violentos y muy peligrosos y por otro permitía la llegada de ayuda humanitaria con total seguridad, cosa que, hasta ahora, era imposible.
También actuó en la República Democrática del Congo, Somalia, en Uganda y en Chad. Con estas actuaciones se aseguró la inmediata rendición de la gran mayoría de grupos armados que actuaban en este continente.
No había lugar a dudas de que había infravalorado a Santiago. Después de una semana en acción me había dejado bien claro, a mí y al resto del mundo, que era muy capaz de hacer todo lo que anunció en su mensaje. La velocidad con que actuaba era increíble; en una de sus comunicaciones, Irene me comentó que les resultaba imposible presenciar todas sus actuaciones, y que éstas eran mucho más numerosas de lo que se veía en los noticiarios, los cuales habían creado una sección especial dedicada exclusivamente a nuestro Dios. Aún así, el trabajo que estaban realizando los reporteros era formidable. No había una sola nación en todo el mundo donde no llegaran puntualmente las imágenes tomadas por estos profesionales, dando testimonio directo de lo que les podría suceder a todos aquellos que actuasen en contra de los derechos humanos.
En todos los países donde existían conflictos armados se sucedían las rendiciones incondicionales de grupos de insurgentes, los cuales, después de entregar las armas, se disolvían rápidamente temiendo la llegada inesperada del implacable enemigo que les había surgido.

0 comentarios: