lunes, 26 de mayo de 2008

Capítulo Quince

Habían transcurrido ya algo más de dos meses desde el primer mensaje en Tel Aviv. En general, la situación mundial no era tan mala como cabía esperar después de los acontecimientos sufridos en este tiempo.
Se podían distinguir claramente dos situaciones totalmente contrapuestas. Una de ellas correspondía a los países del tercer mundo menos desarrollados y a aquellos que anteriormente estaban sumidos en guerras y demás conflictos violentos producidos por divisiones internas o invasiones externas. En estos países, donde la mayoría de la población era gente pobre y humilde, la situación había mejorado enormemente. Gran parte de este logro correspondía a la organización Hospitales sin Frontera que, una vez que Santiago les había despejado el camino de corrupción y violencia, pudieron llegar sin problemas a muchos lugares a los que antes les resultaba muy difícil, haciéndoles llegar muchos recursos vitales a los que no habían tenido acceso hasta ahora, como son el agua potable, medicamentos, alimentos y todo tipo de ayuda sanitaria y de infraestructura.
También había que agradecer la “colaboración” prestada por la mayoría de países desarrollados, después de que Santiago les hiciera una visita, aportando a esta organización grandes sumas de dinero además de su personal militar para ayudar en todo tipo de labores.
En estos lugares, donde hasta ahora imperaba la injusticia, la violencia y la miseria, la calidad de vida había aumentado considerablemente, con lo que la población se mostraba muy agradecida con la aparición de Santiago. Todavía existían pequeños grupos armados en algunos lugares que habían conseguido mantenerse ocultos, pero poco a poco, y con la ayuda de sus colaboradores que continuamente estaban informándole de los pequeños problemas que iban surgiendo, Santiago fue acabando con todos ellos.
La otra situación a la que hacía referencia antes, era la que se encontraba en los países más ricos y desarrollados. En éstos, la población estaba mucho más dividida, aunque aún era pronto para conocer todas las repercusiones que traerían consigo los cambios que Santiago pretendía hacer. De momento, los únicos que estaban sufriendo las consecuencias eran aquellos que debían sus fortunas a la poderosa industria armamentística, que no eran pocos, y a los comercios ilegales y abusivos. Por supuesto, también todos aquellos que realizaban actividades delictivas como son el narcotráfico, la pornografía o el comercio de seres humanos. La extensa red de colaboradores que Santiago poseía por todo el mundo hacía que éste se mantuviera constantemente ocupado desmantelando por cualquier parte del planeta pequeños o grandes grupos de mafiosos que se dedicaban a estas operaciones ilegales.
También en estos países estaban proliferando las pequeñas bandas de delincuentes y las bandas callejeras que hacían de la violencia su vida. Estos grupos, la mayoría bien armados, estaban aprovechando la situación tan caótica y de crisis por la que pasaban los distintos gobiernos, para intentar hacerse con el poder en las calles, imponiendo sus propias leyes ya que, por otro lado, no conocían otro medio de vida. Era imposible para Santiago controlarlos a todos, a pesar de que hacía todo lo que podía; lo que hizo fue dar carta blanca a las distintas autoridades para que utilizaran mano dura con esta gente, siendo los únicos que, de momento, podían utilizar armas de fuego mientras la situación no estuviese más estabilizada.
Gracias a esta medida, la gente empezó a sentirse pronto más segura y esto les llevaba también a comportarse con mayor rigor ante la ley haciendo que las ciudades se convirtieran poco a poco en lugares donde se podía vivir mucho más tranquilo que antes.
Uno de los mayores problemas que había surgido para el ciudadano medio era la subida de precios que habían experimentado casi todos los sectores, debido a la caída de las bolsas y a las ansias de amasar dinero que estaba sufriendo gran parte de la población, movidos seguramente por la incertidumbre de las consecuencias de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo. De momento, eso era algo que no le preocupaba mucho a Santiago; el tiempo se encargaría de estabilizar el comercio.
Con respecto a los distintos gobiernos de estos países, independientemente de que creyesen o no que Santiago fuese el auténtico Dios que decía ser, se mostraban bastante sumisos y cautelosos. Después de las muestras de poder que éste había dado en Israel, China y Estados Unidos, ninguno se atrevía a llevarle la contraria, llevados más por el miedo que por la fe; muchos de ellos incluso parecía que habían recobrado el sentido común y colaboraban sin ningún tipo de coacción en todo lo que impuso Santiago en el mensaje de Tel Aviv.
Había llegado la hora de continuar con el plan de nuestro Dios. Ahora es cuando venía lo más difícil, lo que marcaría el éxito o el fracaso de nuestro proyecto, la implantación de unas pautas de comportamiento a seguir por todas las naciones del mundo. Este era el verdadero reto de Santiago y lo que le demostraría la auténtica fe y confianza de la gente hacia él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribes muy bien, tienes muy buena prosa y mejor relato, pero la mayoría de las veces tus textos son demasiado extensos y no hay demasiado tiempo para leeros a todos.

genialsiempre dijo...

Hasta aqui llego hoy, seguiré mañana pues cualquiera lo deja ahora. Solo una duda ¿como es que no se entera con tantos superpoderes de todos los posibles grupos y tiene qwue ir eliminándolos poco a poco?. Un pelín chapuza este Dios.

José María