lunes, 14 de julio de 2008

Último Capítulo

Y así es como termina esta historia. El resto ya lo conocen; vivimos un período de paz y prosperidad a nivel mundial, como nunca antes se había conocido a lo largo de la historia del hombre. ¿Cuánto durará? Pues ya saben la respuesta: sólo depende de nosotros.
A Santiago no he vuelto a verlo desde aquel día. Siguió apareciendo por los medios de comunicación durante algunos años más; siempre resolviendo conflictos o reuniéndose con algunos jefes de Estado. Poco a poco se fue dejando de ver, hasta que, un buen día, no volvió a hacerlo. Su presencia ya no era necesaria, aunque todo el mundo sabía que estaba ahí, cuidándonos, vigilándonos; con eso era suficiente.
¿Volverá en un futuro cuando la humanidad lo necesite de nuevo? Eso nadie lo sabe. Y mucho me temo que , tarde o temprano, volveremos a necesitarlo; el ser humano no tiene remedio. No existe otra criatura en el mundo capaz de ser tan buena y tan mala al mismo tiempo. Capaz de sentir compasión y ser solidario con un desconocido, como de matar a su propio hermano. Así somos, nos guste o no.
Con respecto a mí, no crean que me he metido a monje ni nada por el estilo. He descubierto algo maravilloso: a pesar de saber a ciencia cierta que existe un Ser superior, que nos creó y que vela por todos nosotros, mi vida sigue siendo prácticamente igual que antes; sigo escribiendo el mismo tipo de libros, teniendo los mismos amigos, viviendo en la misma casa, comiendo en los mismos restaurantes y, sobretodo, desayunando los domingos en la misma cafetería; quién sabe, igual algún día se acerque por allí algún viejo amigo al que hace tiempo que no veo pero que no hay un solo día que no lo recuerde.
Como les decía, lo más maravilloso que le puede pasar a una persona, es seguir siendo la misma después de haber pasado por todo lo que les acabo de relatar. Recuérdelo, si cuando esté leyendo esto en la tranquilidad de su hogar, nota que en el exterior las cosas ya no funcionan como a usted le gustaría, percibe un ligero olor a podredumbre colándose por la ventana entreabierta o el ruido proveniente de la calle comienza a ser algo más molesto de lo habitual, aléjese de las multitudes, refúgiese en su casa si es necesario, no siga la corriente, no tema porque le llamen «bicho raro», busque la compañía de los que son como usted y, si no los encuentra, recuerde que más vale sólo que mal acompañado. Si termina acabando en el lado podrido de la manzana, dejará de tener voluntad propia, dejará de ser usted para convertirse en un engranaje más de una gran maquinaria que arrasa con todo a su paso y a la que nadie controla. Sólo existe una forma de parar a esa máquina: destruyéndola, y con ella, a todo el que forme parte de la misma. Cuando llegue ese momento (que llegará), procure estar fuera.

Por cierto, seguro que a estas alturas, muchos de ustedes se estarán preguntando qué fue de Irene. Sé que no les incumbe, y que nada tiene que ver con nuestra historia, pero también soy consciente de que eso es lo único que les interesa a muchos, así que seré complaciente y les diré lo que ocurrió.
Tuvimos una bonita relación durante unos años, de esas de las que a mí me gustan; es decir «te quiero mucho, te amaré toda la vida, ha sido maravilloso cariño, pero ahora vete y déjame escribir». Como comprenderán, con semejante filosofía no hay mujer que me aguante durante mucho tiempo, y, como decía Santiago, nada es eterno. Pero no crean que sigo así; con el paso de los años he madurado y he aprendido a ser más dichoso. Tengo muy presentes las palabras del escocés Thomas Chalmers: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.


Fin

El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios.”
Ortega y Gasset.